viernes, 4 de diciembre de 2009

PREVENCION DE LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS

La prevalencia de los Trastornos de la Conducta Alimenticia ha aumentado considerablemente en los últimos años. Actualmente numerosos estudios de ámbito estatal (Morandé y Casas, 1994; Pérez-Gaspar y Gual, 1998; Ruiz, 1999) apuntan que 4 de cada 100 mujeres adolescentes/jóvenes sufren algún tipo de trastorno alimentario (edades comprendidas entre 12 y 24 años). Estos estudios también identifican la población con riesgo a sufrir trastornos de la Conducta Alimenticia, que se sitúa en el 16,23% en las mujeres i el 3,3% de los hombres para la misma franja de las edades antes citadas.Frente a estas cifras, que algunos especialistas les han dado el calificativo de epidemia, parece necesario incidir especialmente en este colectivo, definido de alto riesgo (adolescentes y jóvenes), para prevenir la aparición de nuevos casos y en su caso, detectarlos precozmente. A pesar, de ser esta franja de edad el grupo con mayor incidencia de estos trastornos, no se tiene que desestimar la presencia de estas enfermedades en personas adultas, así como en niños prepuberales.En los trastornos alimentarios no se ha descrito una sola causa, sino que se habla de un conjunto de características que aumentan el riesgo; estas características se denominan factores de riesgo. Estos, tanto pueden ser genéticos como personales, familiares y/o culturales. Algunos de estos factores individuales que incrementan el riesgo de acabar sufriendo un Trastorno de la Conducta Alimenticia son: una baja autoestima, que facilita la preocupación, insatisfacción y la distorsión de la imagen corporal; perfiles de personalidad que tienden al perfeccionismo extremo o bueno a la impulsividad desmesurada; práctica de regimenes restrictivos; etc. Parece que también existen unos factores familiares que aumentan el riesgo de sufrir un trastorno alimentario entre ellos destacamos, el hecho que uno de los progenitores estén constantemente haciendo dieta, o aquellas familias en que se hacen comentarios críticos sobre el cuerpo del hijo o de la hija o se refieren a ellos a partir de motes referentes a su físico. Por último se ha estudiado que existen unos factores sociales que tienen un papel importante en la aparición de estas enfermedades. El ideal de belleza actual, extremadamente delgado, favorece la existencia de estos trastornos. Algunas actividades deportivas (por ejemplo: gimnasia) o profesionales (modelos) registran mayor porcentaje de trastornos alimentarios.La suma de muchos de estos factores de riesgo, características que presenta la persona y su entorno, pueden conducirla finalmente a sufrir anorexia o bulimia nerviosas.Si hace unos años se pensaba que la mejor forma de prevenir los Trastornos de Conducta Alimenticia era hablando específicamente de en qué consisten estas enfermedades, en estos momentos, la línea de prevención que se ha constatado más efectiva, ha sido un tipo de prevención inespecífica que consiste en reconvertir estos factores de riesgo, algunos de ellos citados anteriormente, en factores de protección. Esta estrategia de intervención preventiva tiene como objetivo favorecer el desarrollo de habilidades y de recursos que permitan el crecimiento integral de los niños y los adolescentes. Estas estrategias y habilidades (autoestima positiva. asertividad, habilidades comunicativas, seguridad en uno mismo, etc.) se pueden aplicar a muchas situaciones de la vida de los jóvenes. Ayudar en la construcción de estos factores de protección resulta efectivo para hacer más resistentes a los chicos y chicas de acabar sufriendo un Trastorno de la Conducta Alimenticia. Recordamos que cuando nos referimos al término Trastornos del Comportamiento Alimentario, hemos de tener en cuenta que nos encontramos delante de enfermedades psicológicas y por lo tanto, no disponemos de una "vacuna” física que inmunice a nuestros jóvenes; no obstante, si les podemos enseñar a crear sus propios anticuerpos psicológicos.Los Programas Preventivos de los Trastornos de la Conducta Alimenticia resultan un complemento y ayuda a tener en cuenta para frenar el aumento de prevalencia de estos trastornos entre la población de riesgo. Para llevar a cabo un Programa de Prevención eficaz es necesario involucrar al propio joven pero también considerar la necesidad de convertirse en receptores de las sesiones preventivas y formativas de los profesores, a la familia así como también médicos de familia y asistentes sociales (el entorno adulto del joven con el cual se relaciona de forma más intensa y estrecha). Estos colectivos pueden ser importantes agentes de prevención y su participación puede resultar imprescindible en la tarea global de Prevención de los Trastornos de la Conducta Alimenticia en adolescentes y jóvenes.

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